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Ambrose Bierce

DICCIONARIO DEL DIABLO


de Ambrose Bierce

Ambrose Bierce
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S

Sabbath, s. S�bado para los jud�os, domingo para los cristianos. Fiesta semanal que tiene su origen en el hecho de que Dios hizo el mundo en seis d�as y fue detenido el s�ptimo. Entre los jud�os, la observancia de la festividad estaba ordenada por un mandamiento cuya versi�n cristiana es: "Recuerda, al s�ptimo d�a, hacer que tu pr�jimo lo respete plenamente". Al Creador le pareci� apropiado que el Sabbath fuera el �ltimo d�a de la semana, pero los primitivos Padres de la Iglesia opinaban de otro modo.

Sabidur�a, s. Tipo de ignorancia que distingue al estudioso.

Saciedad, s. Ese sentimiento, se�ora, que uno experimentaba por el plato despu�s de tragar su contenido.

Sacerdotalista, s. El que cree que un cl�rigo es un sacerdote. El rechazo de esta important�sima doctrina es el desaf�o m�s audaz que han lanzado los NeoDiccionaristas al rostro de la Iglesia Episcop�lica.

Sagrado, adj. Dedicado a un prop�sito religioso; provisto de un car�cter divino; capaz de inspirar pensamientos y emociones solemnes. Por ejemplo: el Dalai Lama del Tibet; el Moogum de m'bwango; el Templo de los Monos en Ceil�n; la Vaca en la india; el Cocodrilo, el Gato y la Cebolla del antiguo Egipto; el Mufti de Moosh; el pelo del perro que mordi� a No�, etc.

Sacramento, s. Solemne ceremonia religiosa a la que se atribuyen diversos grados de eficacia y significaci�n. Roma tiene siete sacramentos, pero las iglesias protestantes, menos pr�speras, s�lo pueden permitirse dos, y de inferior santidad. Algunas sectas menores no tienen sacramentos en absoluto: ahorro vil que indudablemente las llevar� a la perdici�n.

Salacidad, s. Cualidad literaria de frecuente observaci�n en las novelas populares, especialmente las escritas por mujeres y muchachas, que le dan otro nombre y piensan que est�n ocupando un campo descuidado de las letras y recolectando una cosecha desde�ada. Si tienen la desgracia de vivir el tiempo suficiente, las atormenta el deseo de quemar sus gavillas.

Salamandra, s. Originariamente, reptil que habitaba el fuego; despu�s, inmortal antropomorfo, igualmente pir�filo. Se cree que las salamandras se han extinguido; la �ltima de que tenemos noticias fue vista en Carcasonne por el padre de Belloc, quien la exorcis� con un balde de agua bendita.

Salsa, s. Unico signo infalible de civilizaci�n y progreso. Pueblo sin salsas, tiene mil vicios; pueblo de una sola salsa, tiene novecientos noventa y nueve. A salsa inventada y aceptada, corresponde vicio renunciado y perdonado.

Santo, s. Pecador fallecido, revisado y editado. La Duquesa de orl�ans refiere que aquel viejo e irreverente calumniador, el mariscal de Villeroi, que en su juventud hab�a conocido a San Francisco de Sales, dijo al o�r que lo consideraban un santo: "Estoy encantado de enterarme de que Monsieur de Sales era un santo. Le gustaba decir groser�as y sol�a trampear a los naipes. Por lo dem�s, era un perfecto caballero, aunque un tonto".

Saquear, v.t. Tomar la propiedad de otro sin observar las reticencias decentes y acostumbradas del robo. Efectuar un cambio de propiedad con la c�ndida concomitancia de una banda militar. Apoderarse de los bienes de A y B, mientras C lamenta la oportunidad perdida.

Sarc�fago, s. Entre los griegos, ata�d, que, estando hecho de cierta clase de piedra carn�vora, ten�a la singular propiedad de devorar el cad�ver colocado en su interior. El sarc�fago conocido por los modernos exequi�grafos es, generalmente, un producto del arte del carpintero.

Sart�n, s. Instrumento de tortura usado en esa instituci�n punitiva por excelencia, la cocina femenina. La sart�n fue inventada por Calvino, quien la us� para fre�r a los beb�s que mor�an sin bautizar. Observando un d�a el horrible tormento de un vagabundo que incautamente sac� de la basura un beb� frito y lo devor�, el gran te�logo quiso despojar a la muerte de sus terrores, introduciendo la sart�n en cada hogar de Ginebra. De ah� se extendi� a todos los rincones del mundo y ha sido de invalorable utilidad para la propagaci�n de la sombr�a fe calvinista.

El obispo Potter insin�a que la utilidad de la sart�n no se limita a este mundo y que se la emplea igualmente en el infierno.

Satan�s, s. Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categor�a de arc�ngel, Satan�s se volvi� muy desagradable y fue finalmente expulsado del Para�so. A mitad de camino en su ca�da, se detuvo, reflexion� un instante y volvi�.

--Quiero pedir un favor --dijo.

--�Cu�l? --Tengo entendido que el hombre est� por ser creado. Necesitar� leyes.

--Qu� dices miserable! T�, su enemigo se�alado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, �t� pretendes hacer sus leyes? --Perd�n; lo �nico que pido, es que las haga �l mismo.

Y as� se orden�.

S�tira, s. Especie de composici�n literaria en que los vicios y locuras de los enemigos del autor son expuestos sin demasiada ternura. En los Estados Unidos, la s�tira ha tenido siempre una existencia enfermiza e incierta, porque su esencia es el ingenio del que estamos penosamente desprovistos; el humor que tomamos por s�tira es, como todo humor, tolerante y simp�tico. Adem�s, aunque los norteamericanos han sido dotados por su Creador de abundantes vicios y locuras, suelen ignorar que se trata de cualidades reprochables. De ah� que el autor sat�rico sea considerado un villano amargado y que los gritos de cualquiera de sus v�ctimas, pidiendo defensores, obtengan el apoyo nacional.

S�tiro, s. Uno de los pocos personajes de la mitolog�a griega cuya existencia reconoce la mitolog�a hebrea (Lev�tico, xvii,7). En un comienzo, el s�tiro era un miembro de una comunidad disoluta que rend�a un tibio vasallaje a Dionisio, y que luego pas� por muchas transformaciones y perfeccionamientos. Suele confund�rsele con el fauno, invenci�n romana, m�s tard�a y docente, que se parec�a menos a un hombre y m�s a un chivo.

Secretario de Redacci�n, s. Persona que re�ne las funciones judiciales de Minos, Eaco y Radamanto, pero es aplacable con un �bolo; censor severamente virtuoso, pero tan caritativo en el fondo que tolera las virtudes ajenas y los vicios propios; que lanza a su alrededor los desgarradores rel�mpagos y los vigorosos truenos de la reprimenda, hasta parecerse a un paquete de petardos atado a la cola de un perro; que seguidamente murmura un dulce canto melodioso, suave como el arrullo de un asno que entona su plegaria a la estrella vespertina. Maestro de misterios y se�or de leyes, encumbrado en el trono del pensamiento, el rostro iluminado por los oscuros resplandores de la Transfiguraci�n, con las piernas entrelazadas y los carrillos inflados, el secretario de redacci�n derrama su voluntad sobre el papel y lo corta en trozos de la extensi�n requerida. Y a intervalos, tras el velo del templo, se oye la voz del jefe de taller, que reclama ocho cent�metros de ingenio y quince cent�metros de meditaci�n religiosa, o le ordena cortar el chorro de la sabidur�a y batir un poco de "inter�s humano".

Seguro, s. Ingenioso juego de azar que permite al jugador la confortable convicci�n de que est� derrotando al que tiene la banca.

Agente de seguros.--Mi estimado se�or, esa es una bella casa.

Perm�tame que la asegure.

Propietario de la casa.--Con placer. Pero le ruego fijar una prima anual tan baja que, llegado el momento en que, seg�n las tablas de su actuario, ser� probablemente destruida por el fuego, yo le haya pagado mucho menos del valor de la p�liza.

Agente.--�Oh, no! No podemos permitirnos eso, debemos fijar la prima de modo que usted haya pagado m�s.

Propietario.--Eso es lo que "yo" no puedo permitirme.

Agente.--Pero observe que su casa puede quemarse en cualquier momento. Ah� tiene la casa de Smith, por ejemplo, que...

Propietario.--Ah�rreme eso. Yo podr�a citarle, en cambio, la casa de Jones, la de Robinson, que...

Agente.--�Ah�rreme "usted" eso! Propietario.--Entend�monos. Usted pretende que yo le pague dinero sobre la hip�tesis de que algo ocurrir� antes del momento en que usted mismo calcula que ocurrir�. En otras palabras, usted me pide que apueste a que mi casa no durar� tanto como probablemente durar�, seg�n usted.

Agente.--Pero si su casa se quema sin seguro, ser� una p�rdida total.

Propietario.--Perd�n. Seg�n las tablas de su actuario lo probable es que cuando se queme yo haya ahorrado, en concepto de primas que no le pago, una suma mayor que el valor de la p�liza. Pero supongamos que se queme, sin seguro, antes de lo que ustedes prev�n. Yo no puedo soportar esa p�rdida. �Pero c�mo la soportan ustedes, en caso de que est� asegurada? Agente.--Ah, nos desquitamos a trav�s de transacciones m�s afortunadas con otros clientes. Virtualmente, son ellos los que pagan su p�rdida.

Propietario.--Y virtualmente, entonces, soy yo el que contribuyo a pagar las p�rdidas de ellos. �Acaso las casas de los dem�s no se pue den quemar antes de que las primas cubran el valor de la p�liza? La cosa es as�: �ustedes pretenden sacar de sus clientes m�s dinero del que les pagan, verdad? Agente.--Por supuesto. Si no fuera as�...

Propietario.--...yo no les entregar�a mi dinero. Bien, pero si resulta "indudable", que la clientela global pierde dinero, tambi�n es "probable" que un cliente individual lo pierda. Son estas probabilidades individuales las que hacen la certeza del conjunto.

Agente. -- No lo negar�, pero observe las cifras de este folle...

Propietario. --�Dios no permita! Agente.--Usted habl� de ahorrar las primas que deber�a pagarme.

�Pero no es m�s probable que las despilfarre? Nosotros le ofrecemos un incentivo al ahorro.

Propietario.--La disposici�n de A de hacerse cargo del dinero de B no es exclusivo de los seguros, pero ustedes, como instituci�n caritativa, merecen estima. D�gnese aceptar ese reconocimiento de un Meritorio Objeto.

Sello, s. Marca impresa en ciertos documentos para atestiguar su autenticidad y autoridad. A veces se estampa sobre cera y se agrega al papel, a veces sobre el papel mismo. El sellado, en este sentido, es una supervivencia de la antigua costumbre de inscribir papeles importantes con palabras o signos cabal�sticos, para darles una eficacia m�gica, independiente de la autoridad que representan. En el Museo Brit�nico se conservan muchos papeles antiguos, en su mayor�a de car�cter sacerdotal, validados por pentagramas necrom�nticos y otros artificios tales como las iniciales de palabras usadas en conjuros; y en muchos casos, se estampaban del mismo modo en que se estampan actualmente los sellos. Como as� todas las costumbres, ritos y observancias modernos, de apariencia irracional e insensata, tienen su origen en alguna remota utilidad, resulta grato se�alar un ejemplo de insensatez antigua que con el tiempo lleg� a convertirse en algo �til. Nuestra palabra "sincero" deriva de "sine cero", sin cera, pero los doctos no se ponen de acuerdo sobre si esto se refiere a la ausencia de signos cabal�sticos, o a la ausencia de la cera con que anta�o se ocultaba el contenido de las cartas a la curiosidad p�blica. Cualquiera de estas dos opiniones servir� a quien tenga necesidad inmediata de una hip�tesis. Las iniciales L.S., que suelen agregarse a las firmas de documentos legales, significan "locum sigilis", el lugar del sello, aunque el sello ya no se use, y �ste es un considerable ejemplo del conservatismo que distingue al Hombre de las bestias.

Senado, s. Cuerpo de ancianos que cumple altas funciones y fechor�as.

Sepulcro, s. Lugar en que se coloca a los muertos hasta que llegue el estudiante de medicina.

Sicofante, s. El que se acerca a la Grandeza de bruces para que no le ordenen dar media vuelta y recibir un puntapi�. A veces es un secretario de redacci�n.

Silfo, s. Ser inmaterial pero visible que habitaba el aire cuando el aire era un elemento y no estaba fatalmente contaminado por el humo de las f�bricas, las emanaciones de las alcantarillas y otros productos de la civilizaci�n. Los silfos estaban emparentados con los gnomos, las ninfas y las salamandras que viv�an, respectivamente, en la tierra, el agua y el fuego, elementos hoy insalubres. Los silfos, como los p�jaros del aire, eran machos y hembras, sin finalidad aparente ya que si ten�an progenie debieron anidar en lugares inaccesibles, puesto que nadie jam�s ha visto los pichones.

Silogismo, s. F�rmula l�gica (ver L�gica) que consiste en una premisa mayor, una premisa menor y una inconsecuencia.

S�mbolo, s. Algo cuya presunta funci�n es tipificar o representar otra cosa. Muchos s�mbolos son meras "supervivencias", cosas que no teniendo ya utilidad siguen existiendo porque hemos heredado la tendencia a fabricarlas: como las urnas funerarias talladas en los monumentos recordatorios. Anta�o eran urnas verdaderas que conten�an las cenizas de los muertos. No podemos dejar de hacerlas, pero podemos darles un nombre que disimule nuestra impotencia.

Sirena, s. Uno de varios prodigios musicales c�lebres por su vana tentativa de disuadir a Odiseo de una vida oce�nica. Figurativamente, dama de espl�ndida promesa, aviesa intenci�n y frustrante rendimiento.

Slang, s. Jerga norteamericana. Gru�ido del cerdo humano (Pignoramus intolerabilis). Lenguaje del que pronuncia con la lengua lo que piensa con el o�do y siente el orgullo de un creador al realizar la proeza de un loro.

Sobre, s. Ata�d de un documento; vaina de una factura; c�scara de un giro; camis�n de una carta de amor.

Sofisma, s. M�todo de discusi�n de un adversario, que se distingue del nuestro por una hipocres�a y necedad claramente superiores. Lo usaron los �ltimos sofistas, secta griega de fil�sofos que comenzaron por ense�ar la sabidur�a, la prudencia, la ciencia, el arte, y en suma todo lo que deben saber los hombres, pero se extraviaron en un laberinto de retru�canos y en una bruma de palabras.

Soga, s. Instrumento que va cayendo en desuso, para recordar a los asesinos que ellos tambi�n son mortales. Se coloca alrededor del cuello y acompa�a al usuario hasta el fin de sus d�as. En muchos sitios ha sido reemplazada por un artefacto el�ctrico, m�s complejo, que se aplica a otra parte del cuerpo; pero este sistema, a su vez, est� siendo r�pidamente sustituido por un aparato llamado "serm�n".

Solo, adj. En mala compa��aSu (de ella), adj. pos. Su (de �l).

Suficiente, adv. Todo lo que hay en el mundo, siempre que a usted le guste.

Sufragio, s. Expresi�n de la opini�n por el voto. El derecho de sufragio (que se considera tambi�n un privilegio y un deber) significa, tal como se interpreta com�nmente, el derecho a votar por el hombre que ha elegido otro hombre, y es altamente apreciado. La negativa a ejercerlo lleva el feo nombre de "incivismo". El incivil, sin embargo, no puede ser procesado por su crimen, porque no hay acusador leg�timo. Si el acusador es en s� mismo culpable carece de peso en el tribunal de la opini�n; si no lo es, se beneficia con el crimen, ya que la abstenci�n electoral de A confiere mayor peso al voto de B. Por sufragio femenino se entiende el derecho de una mujer a votar como le indica un hombre. Se funda en la responsabilidad femenina, que es algo limitada. La mujer m�s ansiosa por salir de sus faldas para asegurar sus derechos es la primera en volver a ellas cuando se le amenaza con una tunda por usar mal de esos derechos.

Superar, v.t. Hacerse de un enemigo.



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