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Ambrose Bierce

DICCIONARIO DEL DIABLO


de Ambrose Bierce

Ambrose Bierce
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E

Econom�a, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.

Educaci�n, s. Lo que revela al sabio y esconde al necio su falta de comprensi�n.

Ecuanimidad, s. Disposici�n de soportar ofensas con humilde compostura, mientras se madura un plan de venganza.

Efecto, s. El segundo de dos fen�menos que ocurren siempre en el mismo orden. Se dice que el primero, llamado Causa, genera al segundo. Ser�a igualmente sensato, para quien nunca hubiera visto un perro persiguiendo un conejo, afirmar que el conejo es la causa del perro.

Ego�sta, s. Persona de mal gusto, que se interesa m�s en s� mismo que en m�.

Ego�sta, adj. Sin consideraci�n por el ego�smo de los dem�s.

Ejecutivo, s. Rama del gobierno que hace cumplir los deseos del legislativo hasta que el poder judicial los declara nulos y sin efecto. Damos a continuaci�n un extracto de un viejo libro titulado "El Selenita Perplejo" (Pfeiffer & Co., Boston, 1803): Selenita.--Entonces, cuando vuestro Congreso ha aprobado una ley, �va inmediatamente a la Suprema Corte para que dictamine si es constitucional? Terr�queo.--�Oh no! la ley no necesita la aprobaci�n de la Suprema Corte. A veces pasan a�os antes de que un abogado la objete en nombre de su cliente. Si el presidente la aprueba, entra en vigor en el acto.

Selenita-- Ah, el poder ejecutivo es parte del legislativo. �Y la polic�a tambi�n debe aprobar los edictos que hace cumplir? Terr�queo.-- Todav�a no... En t�rminos generales, sin embargo, todas las leyes exigen la aprobaci�n de aquellos a quienes se proponen reprimir.

Selenita.-- Ya veo. La sentencia de muerte no es v�lida hasta que no la firma el asesino.

Terr�queo.-- Amigo m�o, usted exagera. No somos tan coherentes.

Selenita-- Pero este sistema de mantener una costosa maquinaria judicial que s�lo se pronuncia sobre la validez de las leyes mucho despu�s de que han empezado a ejecutarse, y s�lo en el caso de que un ciudadano particular las someta a la Corte, �no provoca una gran confusi�n? Terr�queo-- As� es, en efecto.

Selenita-- �Por qu� entonces no hacer convalidar las Ieyes por la Suprema Corte, antes que por el presidente? Terr�queo-- Porque ese sistema no tiene precedente.

Selenita-- �Qu� es un precedente? Terr�queo-- Algo que ha sido definido por trescientos juristas a raz�n de tres vol�menes cada uno. �C�mo podr�amos saberlo? Elector, s. El que goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.

Electricidad, s. Fuerza causante de todos los fen�menos naturales a los que no se puede atribuir otra causa. Es la misma cosa que el rayo, y su famosa tentativa de fulminar al doctor Franklin es uno de los m�s pintorescos incidentes en la carrera de ese hombre grande y bueno. La memoria del doctor Franklin es justamente venerada, sobre todo en Francia, donde recientemente se exhibi� una efigie de cera que lo representaba, con esta conmovedora rese�a de su vida y sus servicios a la ciencia: Monsieur Franklin, inventor de la electricidad. Este ilustre sabio, despu�s de realizar varios viajes alrededor del mundo, muri� en las Islas Sandwich y fue devorado por los salvajes, sin que jam�s se recuperase de �l un solo fragmento. La electricidad parece destinada a jugar un papel important�simo en las artes y la industria. El problema de su aplicaci�n econ�mica a ciertos fines a�n no est� resuelto pero se ha probado que impulsa un tranv�a mejor que un pico de gas, y da m�s luz que un caballo.

Eleg�a, s. Composici�n en verso, donde sin emplear ninguno de los m�todos del humorismo, el autor intenta producir en la mente del lector la m�s profunda depresi�n. El ejemplo ingl�s m�s c�lebre empieza m�s o menos as�: El perro anuncia el moribundo d�a, La grey mugiendo hacia el redil se aleja, A casa el sabio el lento paso gu�a Y el mundo a mis estupideces deja. (Parodia de la "Eleg�a en un Cementerio de Aldea", de Thomas Gray, que en la traducci�n castellana de Miralla dice: La esquila toca el moribundo d�a, la grey muriendo hacia el redil se aleja, a casa el labrador sus pasos gu�a, Y el mundo a m� y a las tinieblas deja.)

El�seo, s. Pa�s imaginario y encantador que los antiguos neciamente cre�an habitado por las almas de los buenos. Esta f�bula rid�cula y maliciosa fue barrida de la superficie de la tierra por los primeros cristianos: �que sus almas sean felices en el cielo!

Elocuencia, s. Arte oral de persuadir a los tontos de que lo blanco es blanco. Incluye el don de hacer creer que cualquier color es blanco.

Elogio, s. Tributo que pagamos a realizaciones que se parecen a las nuestras sin igualarlas.

Emancipaci�n, s. Cambio por el que un esclavo trueca la tiran�a de otro por el propio despotismo.

Embalsamar, v. t. Defraudar a la vegetaci�n, aprisionando los gases de que se alimenta. Embalsamando sus muertos y, en consecuencia, perturbando el equilibrio natural entre vida animal y vegetal, los egipcios convirtieron un pa�s f�rtil y poblado en otro est�ril e incapaz de alimentar a sus escasos habitantes. El moderno sistema de entierro en un ata�d met�lico es un paso en la misma direcci�n, y m�s de un hombre muerto que, a estas horas, convertido en �rbol, deber�a estar ornando el parque del vecino, o enriqueciendo su mesa en forma de rabanitos, se ve condenado a una larga inutilidad. Si sobrevivimos y esperamos un poco, conseguiremos aprovecharlo, pero entretanto la violeta y la rosa languidecen por falta de un mordisco de su "glutoeus maximus".

Embuste, s. Mentira que no ha cortado los dientes. La mayor aproximaci�n a la verdad de un mentiroso consuetudinario en el perigeo de su �rbita exc�ntrica.

Emoci�n, s. Enfermedad postrante causada por el ascenso del coraz�n a la cabeza. A veces viene acompa�ada de una copiosa descarga de cloruro de sodio disuelto en agua, proveniente de los ojos.

Empalamiento, s. Enfermedad postrante causada por el ascenso del arma que permanece fija en la herida. Esto, sin embargo es inexacto, empalar es, propiamente, dar muerte introduciendo en el cuerpo de la v�ctima, que est� sentada, una estaca recta y puntiaguda. Era una forma com�n de castigo en muchas naciones de la antig�edad, y sigue estando en boga en China y otras partes de Asia. Hasta comienzos del siglo xv fue extensamente empleada para catequizar a herejes y cism�ticos. Wolecraft la llama el "banquillo del arrepentimiento", y entre el vulgo se dec�a jocosamente que el empalado "cabalgaba el caballo de una sola pata". Ludwig Salzmann nos informa que en el Tibet el empalamiento se considera el castigo m�s apropiado de los cr�menes contra la religi�n; y aunque en China se usa a veces para penar delitos seculares, casi siempre se reserva para casos de sacrificio. Pero al que en la pr�ctica sufre el empalamiento le importa poco establecer qu� clase de disidencia, civil o religiosa, le vale semejante incomodidad; aunque indudablemente experimentar�a cierta satisfacci�n si pudiera contemplarse transfigurado en gallo de veleta sobre la c�pula de la verdadera Iglesia.

Empuj�n, s. Una de las dos cosas que llevan al �xito, especialmente en pol�tica. La otra es el tir�n.

Encomio, s. Una clase especial (aunque no particular) de mentira.

Entendimiento, s. Secreci�n cerebral que permite a quien la posee distinguir una casa de un caballo, gracias al tejado de la casa. Su naturaleza y sus leyes han sido exhaustivamente expuestas por Locke, que cabalg� una casa, y por Kant, que vivi� en un caballo.

Entra�as, s. Est�mago, coraz�n, alma y otros intestinos. Muchos investigadores eminentes no clasifican el alma como una entra�a, pero el agudo y prestigioso observador Dr. Gunsaulus est� convencido de que nuestra parte inmortal es ese misterioso �rgano llamado spleen. Por lo contrario, el profesor Garret P. Servis sostiene que el alma del hombre es esa prolongaci�n de la m�dula espinal o de su nocola; y para probar su teor�a, se�ala confiadamente el hecho de que los animales con cola carecen de alma. Frente a ambas teor�as, lo mejor es suspender el juicio dando cr�dito a las dos.

Entusiasmo, s. Dolencia de la juventud, curable con peque�as dosis de arrepentimiento y aplicaciones externas de experiencia.

Envidia, s. Emulaci�n adaptada a la capacidad m�s ruin.

Epic�reo, s. Adversario de Epicuro, fil�sofo abstemio que, sosteniendo que el placer deb�a ser la meta principal del hombre, no perdi� el tiempo en gratificar sus sentidos.

Epigrama, s. Dicho breve y agudo, en prosa o en verso, que a menudo se caracteriza por su acrimonia, y a veces, por su sabidur�a. He aqu� algunos de los epigramas m�s notables del erudito e ingenioso doctor Jamrach Holobom:

Conocemos mejor nuestras necesidades que las ajenas.

Servirse a s� mismo, es econom�a administrativa.

En cada coraz�n humano hay un tigre, un cerdo, un asno, y un ruise�or.

La diversidad de los caracteres, se debe a lo desigual de su actividad.

Existen tres sexos: los hombres, las mujeres y las muchachas.

La belleza en las mujeres y la distinci�n en los hombres se parecen en que el irreflexivo las toma por una prueba de sinceridad.

En el amor, las mujeres se averg�enzan menos que los hombres.

Tienen menos de qu� avergonzarse.

Cuando un amigo te toma afectuosamente ambas manos, est�s a salvo; puedes vigil�rselas.

Epitafio, s. Inscripci�n que, en una tumba, demuestra que las virtudes adquiridas por la muerte tienen un efecto retroactivo.

Ermita�o, s. Persona cuyos vicios y locuras no se ejercen en sociedad.

Escarabajo, s. Insecto sagrado de los antiguos egipcios. Presuntamente simbolizaba la inmortalidad y el hecho de que s�lo Dios supiera por qu�, le daba su peculiar santidad. Es posible que la costumbre de incubar sus huevos en una hoja de esti�rcol le haya granjeado el favor del clero, y que alg�n d�a le procure devoci�n similar entre nosotros. Es cierto que el escarabajo norteamericano es un escarabajo inferior, pero el sacerdote norteamericano tambi�n es inferior.

Escarificaci�n, s. Forma de penitencia practicada por los devotos medievales. El rito se efectuaba a veces con un cuchillo, a veces con un hierro caliente, pero (dice Arsenius asceticus) siempre era aceptable si el penitente no se ahorraba dolor ni mutilaci�n inofensiva alguna. La escarificaci�n, como otras groseras penitencias, ha sido actualmente reemplazada por la beneficencia. La fundaci�n de una biblioteca o un donativo a una universidad, infligen al penitente, seg�n se dice, un dolor m�s agudo y perdurable que el cuchillo o el hierro, y son, pues, un medio m�s seguro de alcanzar la gracia. Como m�todo penitencial, empero, tiene dos graves inconvenientes: el bien que hace y la m�cula de la justicia.

Escriba, s. Escritor profesional de opiniones antag�nicas a las nuestras.

Escrituras, s. Los sagrados libros de nuestra santa religi�n, por oposici�n a los escritos falsos y profanos en que se fundan todas las otras religiones.

Espalda, s. Parte del cuerpo de un amigo que uno tiene el privilegio de contemplar en la adversidad.

Espejo, s. Plano v�treo sobre el que aparece un ef�mero espect�culo dado para desilusi�n del hombre. El rey de Manchuria ten�a un espejo m�gico, donde el que miraba, ve�a, no su imagen, sino la del rey. Cierto cortesano que durante mucho tiempo hab�a gozado del favor real y en consecuencia se hab�a enriquecido m�s que cualquier otro s�bdito, dijo al monarca: "Dame, te lo ruego, tu maravilloso espejo, para que cuando me encuentre apartado de tu augusta presencia pueda, a pesar de todo, rendir homenaje ante tu sombra visible, postr�ndome d�a y noche ante la gloria de tu benigno semblante, cuyo divino esplendor nada supera, �Oh Sol Meridiano del Universo!".Halagado por el discurso, el rey orden� que el espejo fuese llevado al palacio del cortesano. Pero un d�a en que fue a visitarlo sin anuncio previo, encontr� al espejo en un cuarto lleno de basura, nublado por el polvo y cubierto de telara�as. Esto lo encoleriz� tanto, que golpe� el espejo con el pu�o, rompiendo el cristal y lastim�ndose cruelmente. M�s enfurecido a�n con esta desgracia, orden� que el ingrato cortesano fuera arrojado a la c�rcel, y que el espejo fuese reparado y conducido a su propio palacio. Y as� se hizo. Pero cuando el rey volvi� a mirarse en el espejo, no vio su imagen, como antes, sino la figura de un asno coronado, con una venda sangrienta en una de las patas: que era lo mismo que siempre hab�an visto los autores del artificio, y los meros espectadores, sin atreverse a comentarlo. Tras recibir esa lecci�n de sabidur�a y caridad, el rey puso en libertad al cortesano, hizo instalar el espejo en el respaldo del trono y rein� largos a�os con justicia y humildad. Y al morir mientras dorm�a sentado en el trono, toda la corte vio en el espejo la luminosa figura de un �ngel, que sigue all� hasta hoy.

Espiar, v. i. Escuchar secretamente un cat�logo de los cr�menes y vicios de otro, o de uno mismo.

Erudici�n, s. Polvillo que cae de un libro a un cr�neo vac�o.

Esot�rico, adj. Abstruso en forma muy particular, y consumadamente oculto. Las filosof�as antiguas eran de dos clases: "exot�ricas", o sea aquellas que los propios fil�sofos pod�an comprender en parte; y "esot�ricas", o sea las que nadie pod�a comprender. Estas �ltimas son las que han afectado m�s profundamente el pensamiento moderno y las que han tenido mayor aceptaci�n en nuestro tiempo.

Eterno, adj. D�cese de lo que dura para siempre. Es con mucha timidez que me atrevo a ofrecer esa breve y elemental definici�n, pues no ignoro la existencia de un enorme volumen del ex obispo de Worcester titulado "Definici�n Parcial de la Palabra Eterno, tal Como se Usa en la Versi�n Autorizada de las Santas escrituras". Este libro goz� anta�o de mucho prestigio en el seno de la Iglesia Anglicana, y creo que todav�a se lo estudia con placer para el intelecto y provecho para el alma.

Etnolog�a, s. Ciencia que estudia las distintas tribus del Hombre: por ejemplo, ladrones, asaltantes, estafadores, burros, lun�ticos, idiotas y etn�logos.

Eucarist�a, s. Fiesta sagrada de la secta religiosa de los Te�fagos. En esta secta surgi� una vez una infortunada disputa acerca de lo que com�an. Dicha controversia ha causado ya la muerte a quinientas mil personas, sin que la cuesti�n se haya aclarado.

Evangelista, s. Portador de buenas nuevas, particularmente (en sentido religioso) las que garantizan nuestra salvaci�n y la condenaci�n del pr�jimo.

Excentricidad, s. M�todo de distinci�n tan vulgar que los tontos lo usan para acentuar su incapacidad.

Excepci�n, s. Cosa que se toma la libertad de diferir de las otras cosas de su clase, como un hombre honesto, una mujer veraz, etc. "La excepci�n prueba la regla", es un dicho que est� siempre en boca de los ignorantes, quienes la transmiten como los loros de uno a otro, sin reflexionar en su absurdo. En lat�n, la expresi�n "Exceptio probat regulam" significa que la excepci�n "pone a prueba" la regla y no que la confirma. El malhechor que vaci� a esta excelente sentencia de todo su sentido, substituy�ndolo por otro diametralmente opuesto, ejerci� un poder maligno que parece ser inmortal.

Exceso, s. En moral, indulgencia que hace cumplir, mediante penas apropiadas, la ley de la moderaci�n.

Exceso de trabajo, s. Peligrosa enfermedad que afecta a los altos funcionarios que quieren ir de pesca.

Exhortar, v. t. En materia religiosa, poner la conciencia de otro en asador y dorarla hasta que su incomodidad se manifieste en un tono pardo de nuez.

Exiliado, s. El que sirve a su pa�s viviendo en el extranjero, sin ser un embajador.

�xito, s. El �nico pecado imperdonable contra nuestros semejantes.

Experiencia, s. Sabidur�a que nos permite reconocer como una vieja e indeseable amistad a la locura que ya cometimos.

Expulsi�n, s. Remedio eficaz para la enfermedad de la charlataner�a. Muy usado tambi�n en casos de extrema pobreza.

Extinci�n, s. Materia prima con que la teolog�a cre� el estado futuro.

Extremidad, s. Rama de un �rbol o pierna de una mujer norteamericana.

Extremo, s. La posici�n m�s alejada, en ambas direcciones del interlocutor.



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